REFLEXIÓN DE LA SEMANA

domingo, febrero 28, 2010

ABORDAJE DE LOS PROBLEMAS EN ADOLESCENTES


La adolescencia es una etapa de transición entre la infancia y la edad adulta. Suele situarse cronológicamente entre los 10-14 años y los 15-19 años. Según la OMS se divide en dos etapas: adolescencia temprana y adolescencia tardía. Cada una con características diferentes.

Durante esta fase del desarrollo se producen en el adolescente cambios físicos, cognitivos y sociales muy significativos que exigen del adolescente y de su medio familiar determinadas adaptaciones.


Los jóvenes demandan un papel más activo en la toma de decisiones familiares (que se les tenga en cuenta a la hora de decidir, por ejemplo, el lugar de vacaciones, el tipo de ocio familiar….),  conceden una gran  importancia a determinadas relaciones sociales establecidas fuera del contexto familiar (amigos, pareja, pandilla) que, por otro lado, son muy necesarias para el desarrollo personal y social.


Estos comportamientos, ligados a la necesidad del adolescente de afirmación de su identidad y de separación del núcleo familiar, se viven en la familia con ansiedad y estrés, dado que obligan a todo sus miembros a importantes reestructuraciones y nuevas adaptaciones.


No obstante, esta etapa de transición no se experimenta de igual forma por todos los adolescentes ni todas las familias afrontan los cambios de igual manera.


En algunos casos, los adolescentes continúan durante esta etapa un desarrollo evolutivo caracterizado por la adaptación social. Otros adolescentes, más desorientados, se pueden implicar en conductas desadaptativas y de riesgo como el consumo abusivo de sustancias (alcohol, cannavis, extasis, etc.) e, incluso, la comisión de actos delictivos y en el mejor de los casos, una convivencia familiar difícil y problemática que desorienta a los padres y les llena de dudas sobre su rol y su eficacia como educadores.


Toda la familia implicada


Las relaciones del adolescente con la familia en esta etapa son más difíciles, provocando tensiones con los padres y entre estos cuando se produce (y a menudo es así) desacuerdos en la forma de educar y resolver los conflictos que van surgiendo. Además implican a las relaciones de toda la familia, con hermanos menores, abuelos...


Cabría preguntarse qué determina la mayor o menor implicación del adolescente en conductas desadaptadas. No hay una única respuesta a esta cuestión, pero es evidente que el sistema familiar es un factor fundamental donde la flexibilidad de la familia para adaptarse a los cambios que se están produciendo en sus hijos (recordamos, cambios no solo físicos, también cognitivos, sociales, conductuales); su capacidad para mantener una comunicación abierta y fluida entre sus miembros (que no siempre facilita el adolescente quien a menudo se encierra en sí mismo); así como un vinculo afectivo fuerte, transmitiendo el apoyo de los padres, sin olvidar normas y límites adecuados a esta etapa del desarrollo (ya no vale  la frase “es así por que lo digo yo”, hay que argumentar, razonar, tener en cuenta las opiniones del muchacho/a  y valorarlas, lo que no significa ser permisivo), son todos ellos factores que influyen.


Así pues, la forma en que los conflictos con el adolescente se resuelvan dependerá, en gran medida, de las características de cada familia y su funcionamiento familiar, la presencia de estrés por otras causas (problemas laborales, dificultades en la  pareja…), o las estrategias de afrontamiento que la familia utiliza para superar situaciones difíciles.


De esta forma, cuando se favorece que el adolescente disponga de más recursos personales (autoestima) y sociales (apoyo social) con los que afrontar los cambios que implica la adolescencia, este es menos vulnerable a desa-
rrollar conductas antisociales y de riesgo, y el conflicto familiar que a menudo se da en esta etapa es menor y se resuelve mejor.



Por: Angela Miranda | Psicóloga y terapeuta familiar

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